Atentos para que no se nos escape ninguna rapaz en vuelo
Javier Rico
Yo de pequeño quiero estudiar en el colegio público La Navata. Por profes y madres tan enrolladas como Álvaro, Laura, Maite y Cristina; por compañeros de clase tan simpáticos y agradables como los de 4º A y 4º B; y porque nada más salir de las puertas del cole miras al cielo y puedes ver, casi de una tacada, buitre negro, buitre leonado, aguililla calzada, busardo ratonero, milanos real y negro y cernícalo vulgar. Así, sin despeinarte, y solo tocando el lado más “rapaz” del pajareo. Una vez más, ningún alumno o alumna se esperaba que un recorrido de unos tres kilómetros alrededor de su cole diera tanto de sí desde la vertiente ornitológica. Les demostramos que sí.
La Navata es una zona residencial del municipio madrileño de Galapagar que cuenta con una ventaja paisajística, sus límites se solapan con los del Parque Regional del Curso Medio del Río Guadarrama y su Entorno. Un escenario perfecto para explicar a los alumnos el paso del monte mediterráneo, dominado por la encina, el enebro, la retama y la jara, al bosque de ribera donde sauces y fresnos dominan las orillas del río. Y claro, lo mismo vimos a una altanera curruca carrasqueña demostrar sus dotes canoras sobre la copa de un enebro que oímos el maravilloso repertorio de trinos del ruiseñor común escondido entre los sauces.
Estación de escucha para no perdernos ni una sola nota del variado canto del ruiseñor común
A veces me pregunto si hay algo más bonito que contemplar a veintiocho niños y niñas con su profe cómo permanecen en silencio y extasiados escuchando ese portento de la naturaleza que es la garganta del ruiseñor común. O cómo se suceden, con nerviosismo y ansiedad, ante el ocular del telescopio para contemplar, también por primera vez tan cerca y definido, a otro alegre cantarín, el verdecillo, posado sobre una antena a escasos metros de su colegio. Si al final, se acerca uno de esos alumnos y te dice que la ruta le ha gustado mucho, tiendes a elevarte cerca de los buitres leonados.
En entradas anteriores al blog ya hemos dicho la intensidad del momento que vivimos en el ciclo vital de las especies: progenitores como locos buscando alimento para las crías, algunas parejas que aún mantienen su vitalidad pre-reproductora y varias especies que defienden su territorio de caza y reproducción a golpe de canto. Mucho de esto vimos entre los aviones y golondrinas comunes, carboneros garrapinos, currucas capirotadas, mirlos comunes y verderones con los que nos topamos a lo largo de los dos recorridos que hicimos con los alumnos y alumnas de 4º del CEIP La Navata.
El lado feo de la ruta: la contaminación del río Guadarrama
Como en casi todos los recorridos, siempre queda hueco para el apunte feo sobre la biodiversidad, en este caso protagonizado por una calidad del agua del río Guadarrama que deja mucho que desear. Sorprende de manera negativa porque estamos en el límite entre los cursos alto y medio, con el aire y el frescor de la sierra todavía como referentes, y porque solo ha recibido las aguas tratadas de un gran pueblo, como es Collado-Villalba.
No queda otra que advertir a los alumnos que aún nos queda mucho por hacer para que otros compañeros, o ellos mismos en próximos cursos, puedan seguir disfrutando con el planeo majestuoso de un buitre negro o la banda sonora natural de ruiseñores y currucas. Por el grado de aceptación de las rutas de A ver Aves creemos que serán los primeros en defender ese entorno privilegiado que tienen a pie de cole.
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